domingo, 1 de diciembre de 2013

La cuestión de la competencia y la desigualdad social según Mandel.

La cuestión de la competencia y la desigualdad social según Mandel

     4. La igualdad social en la prehistoria humana.

    Pero la historia sólo representa una rama menor de la vida humana sobre nuestro planeta. Le precede la prehistoria, la época de la existencia de la humanidad en que la escritura y la civili­za­ción eran aún desconocidas. Ciertos pueblos primitivos han permanecido en condiciones prehistóricas hasta fechas recientes, incluso hasta nuestros días. Pues bien, durante la mayor parte de su existencia prehistórica, la humanidad ha ignorado la desigualdad de clase.

  Comprendemos la diferencia fundamental entre una comunidad primitiva y una sociedad de clases examinando algunas de las instituciones de esas comunidades.

     Así, numerosos antropólogos nos han hablado de la costumbre existente en varios pueblos primitivos, costumbre que consiste en organizar grandes fiestas después de la recolección. La antropólogo Margaret Mead ha descrito estas fiestas en el pueblo papua de los Arapech (Nueva Guinea). Todos los que han logrado una cosecha superior a la media invitan a toda su familia y todos sus vecinos, y la fiesta continúa hasta que la mayor parte de ese excedente ha desaparecido.

    Margaret Mead añade:

   ”Estas fiestas representan un medio adecuado para impedir que un individuo acumule riquezas...”

     Por otra parte, el antropólogo Asch ha estudiado las costumbres y el sistema de una tribu que vive en el sur de los Estados Unidos, la tribu de los Hopi. En esta tribu, contrariamente a lo que ocurre en nuestra sociedad, el principio de la competencia individual se considera rechazable desde el punto de vista moral, Cuando los niños Hopi juegan y hacen deporte, jamás cuentan los ”tantos” y siempre ignoran quién ”ha ganado”.

    Cuando las comunidades primitivas aún no divididas en clases practican la agricultura como actividad; económica principal y ocupan un territorio determinado no instalan la explotación colectiva del suelo. Cada familia recibe campos en usufructo durante un determinado periodo. Pero estos campos son redistribuidos con frecuencia para evitar favorecer a algún miembro de la comunidad a expensas de los otros. Las praderas y los bosques son explotados en común.

     Este sistema de la comunidad aldeana, basada en la ausencia de la propiedad privada del suelo, se encuentra en el origen de la agricultura en casi todos los pueblos del mundo. Esto demuestra que en aquel momento la sociedad no estaba aún dividida en clases, a nivel de aldea.

    Los lugares comunes con los que se nos golpea constantemente los oídos, y según los cuales la desigualdad social estaría enraizada en la desigualdad de los talentos o de las capacidades de los individuos, según los cuales la división de la sociedad en clases seria el producto del ”egoísmo innato en los hombres” y, por tanto, en la ”naturaleza humana”, no poseen ninguna base científica. La opresión de una clase social por otra no es el producto de la ”naturaleza humana” sino de una evolución histórica de la sociedad. La opresión no ha existido siempre. No existirá siempre. No ha habido siempre ricos y pobres, y no los habrá por siempre.


Ernest Mandel; Introducción al marxismo.
     Con un lenguaje sencillo, claro y conciso, Mandel rebate con lucidez la justificación para perpetuar la opresión del hombre por el hombre. El argumento esgrimido por todas las ideologías imperantes en sus diversas vertientes, capitalismo -sea fascismo, nazismo o parlamentarismo burgués-, feudalismo, esclavismo, etc, carece según Mandel de fundamento científico. Esa visión del hombre y su condición egoísta innata a su naturaleza pierde su sentido si consideramos al hombre como un ser que interactúa y se vé influído por la sociedad en la que vive. Sociedad tras sociedad han intentado hacernos ver que la desigualdad no es producto de la organización de la sociedad sino de la naturaleza biológica humana. Con ello se ha justificado siempre el statu quo aduciendo que es imposible cambiar las cosas puesto que la desigualdad es innata al hombre por naturaleza.



Ernest Mandel y la revolución neolítica


    Las comunidades primitivas estaban organizadas de un modo tal que se garantizara la supervivencia colectiva en estas condiciones de existencia extremadamente difíciles. Cada uno participaba obligatoriamente en el trabajo, y el trabajo de cada uno era necesario para mantener en vida la comunidad. La producción de víveres apenas era suficiente para alimentar a esa colectividad. Los privilegios materiales condenarían al hambre a una parte de la tribu, la privarían de la posibilidad de trabajar racionalmente y minarían así las condiciones de supervivencia colectiva. Por eso la organización social, en esta época del desarrollo de las sociedades humanas, tiende a mantener un máximo de igualdad en el interior de las comunidades humanas.

    Habiendo examinado las instituciones sociales de 425 tribus primitivas, los antropólogos ingleses Hobhouse, Wheeler y Ginsberg han encontrado una ausencia total de clases sociales en todas las tribus que ignoraban la agricultura.

    Esta situación de pobreza fundamental no fue modificada más que por el cultivo del suelo y la crianza de animales. La técnica del cultivo del suelo, la mayor revolución económica en la existencia de la humanidad, es debida a las mujeres...

    La revolución neolítica permitió al hombre producir sus víveres y controlar -más o menos- su propia subsistencia. Atenuó la dependencia con respecto a las fuerzas de la naturaleza en las que se encontraba el hombre primitivo. Permitió las constitución de reservas de víveres, lo que permitió a su vez liberar en algunos miembros de la comunidad de la necesidad de producir sus alimentos. Así pudo desarrollarse una cierta división económica del trabajo...



                                                      Ernest Mandel; Introducción al marxismo.




    Con estos concisos, sencillos y brillantes párrafos Mandel demuestra su gran lucidez para explicar de forma didáctica, aunque no excesivamente simplista, y para un público genérico, una serie de cuestiones. Primero, que la desigualdad humana no es innata a un egoísmo natural del hombre, sino fruto del devenir de la sociedad y su complejización y división de la sociedad en trabajos.

    La revolución neolítica supone una división del trabajo y, por ende, el origen de la sociedad de clases sociales. Anteriormente las divisiones en la comunidad podían venir de otro tipo de factores pero no por la división del trabajo en sí, fruto de unas condiciones sociales nuevas por el control que el hombre empezaba a ejercer sobre la naturaleza.

    Es importante dejar constancia, bajo mi punto de vista y según piensan muchos autores, que los conceptos de: desigualdad, bondad, egoísmo, maldad, nacen en la conciencia del hombre en sociedad y no en los animales ni en el hombre en su estadio más natural.

     Por lo tanto, el hombre, según autores como Morgan, Mandel, y demás antropólogos, no es un animal egoísta por naturaleza como han querido demostrar muchas ideologías imperantes para hacer ineludible e inevitable la existencia de determinadas desigualdades; ni tampoco el hombre se puede definir como generoso por naturaleza. Sino que  es egoísta, violento, bondadoso o generoso, en tanto y en cuanto lo condicionan unos factores sociales (culturales, económicos...) y medioambientales.  Es por ello que  me parece interesante resaltar esto, puesto que tenemos bien asumidas hasta el inconsciente las teorías evolucionistas usadas por ideologías capitalistas, y fascistas en su época, que han depositado la responsabilidad de la desigualdad, la violencia o el egoísmo no en condiciones sociales susceptibles de cambio, sino exclusivamente en la genética humana.

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