sábado, 1 de marzo de 2014

Vuelven viejos fantasmas a Europa. Ucrania y la crisis de Crimea.




Vuelven viejos fantasmas a Europa. Ucrania y la crisis de Crimea (2014).

Francisco González Oslé
Licenciado en Historia. Universidad de Cádiz.
CAP. Universidad Complutense de Madrid.


Antes de comenzar  me gustaría aclarar que esto no es ningún alegato en contra de los alemanes aunque pudiera parecerlo, sino una breve reflexión sobre las disputas existentes en Europa Oriental, más concretamente en Ucrania, haciendo retrospectiva histórica. Es evidente que tanto Alemania como Rusia tienen intereses en la zona. La susodicha reflexión no supone eximir a unos ni culpar a otros como ciudadanos, pero si esclarecer la responsabilidad política e histórica de los actores implicados.

El conflicto.

A 1 de marzo de 2014 lo que está sucediendo en Ucrania es más que un golpe de estado pro-Unión Europea, que también lo es en la práctica, es más que un ascenso de los grupos paramilitares neofascistas, que también lo es, es más que un malestar social por la corrupción y la desigualdad social desde la caída del socialismo, que también lo es. Es además una muestra más del antagonismo que se produce cada vez que Alemania o Mitteleuropa, según se quiera, se expande hacia el este ya sea militar, política  o económicamente.

Desde 1870 cuando se forma la «pequeña Alemania» en torno a Prusia la expansión hacia el este de Alemania ha sido uno de los grandes quebraderos de cabeza de Europa. Primero fue apoyando a Austria - Hungría, desencadenándose la Primera Guerra Mundial, y luego fue por la propia expansión del III Reich alemán. Y tras un largo período de 50 años, que permaneció dividida entre el férreo socialismo y la influencia de EEUU, desde 1990 Alemania llevó acabó una vez más su «milagro»; un vertiginoso crecimiento económico y un despliegue institucional convirtiendo a la UE en su plataforma para legislar en favor de sus influencias en Europa del Este y sus capitales. Afirma Jacques Le Rider en su libro Mittleeuropa:

«El día después de la Primera Guerra Mundial, pese a los tratados de Versalles y de Saint German, la industria y los capitales alemanes no tardaron en hacer de la Europa central un coto privado. El gran Realpolitiker de los nuevos equilibrios europeos, Gustav Stresemann, opinaba que Alemania se equivocaría si se arriesgaba a una nueva guerra, ya que con una buena diplomacia, sostenida por la expansión económica y comercial, podía obtener resultados igualmente satisfactorios (…)»[1]

Evidentemente parece que estos consejos fueron en vano a juzgar por la política del III Reich. Pero, continúa Jacques Le Rider: 

«Desde 1949, a medida que la Ostpolitik le abría, poco a poco, mercados cada vez mayores, de nuevo fue por el comercio y sus créditos por lo que la RFA alcanzó una posición de primer plano al este de sus fronteras, y después de 1989-1990, muchos de los observadores temen la reconstrucción de una hegemonía económica alemana en el centro y este de Europa. Temores atenazados, es verdad, por el espectáculo de las muy graves dificultades económicas y sociales de la Alemania reunificada y de los estados liberados dl yugo soviético»[2].

La expansión de capitales hacia los países del este fue un hecho desde la caída del socialismo y parecen probados sus intereses en la desintegración de Yugoslavia  (para ello recomiendo el libro Ubú en Kosovo de la editorial El Viejo Topo).

Ahondando más en la cuestión, esto es lo que afirma un ciudadano de Crimea según el periódico El País: «Tengo origen ruso, un apellido alemán y soy ciudadano de Ucrania». Creo que es la frase que mejor resume el choque Alemania - Rusia en la zona  y la herencia a nivel humano que ha dejado la historia contemporánea en la zona. 

Viejos fantasmas del pasado pululan por la zona. La participación y el ascenso de grupos neofascistas organizados bajo una disciplina y jerarquía paramilitar han sido incluso bien vistas por parte de la población que protesta y totalmente callada por la mayoría de los medios de los países de la UE. Estos grupos neonazis se componen de viejos nostálgicos germanófilos y neofascistas de nuevo cuño en Ucrania e intentan canalizar el malestar social a su favor.

Estamos ante dos cuestiones transversales y estructurales, que perviven desde antaño y cada cierto tiempo resurgen. Dos vectores:

- De un lado, el choque Alemania (U)-Rusia.

- De otro, una crisis social, económica y política, acompañada de corrupción.

Ambos vectores se entrelazan, siendo el segundo canalizado por el primero según las zonas de influencia. La zona occidental más pro-europeísta ve la solución en la UE y el acercamiento a Alemania y la oriental, de mayoría rusa, mira a Rusia con la nostalgia del socialismo, a pesar de que Rusia nada tiene que ver con el socialismo; pero equivocadamente identifican socialismo con Rusia y con la liberación durante la II Guerra Mundial. 

En cualquier caso no pretendo extenderme más sobre el caso, sino mostrar una pequeña reflexión. Mi pretensión es con estos breves párrafos dejar constancia de que más allá de los conflictos étnicos, sociales, políticos, los cuales existen y se entrelazan, vuelven los fantasmas del pasado. Muchos ingenuamente pensaban que las fronteras de los viejos Estados-Naciones ya no existían, que ahora mandaban las transnacionales, pero se equivocaban, las transnacionales legislan desde sus Estados y estos son los que establecen las fronteras, al menos por ahora, al tiempo que la incertidumbre social del ciclo actual del capitalismo ha derivado en un resurgir de los nacionalismos más rancios, impulsivos e irracionales. 

La Historia una vez más demuestra comportamientos repetitivos, no iguales pero sí similares, y adoptando diversas formas. Alemania, como hizo tras la Primera Guerra Mundial, se recuperó en una década de su división en dos tipos de Estados y consiguió erigirse en la economía de Europa utilizando a la UE para extender sus influencias legalmente. Aquellos que pensaban que con la caída del socialismo vendría la calma olvidaban que la dinámica del sistema capitalista volvía a sus antiguos derroteros, los choques de intereses entre las grandes potencias y los nacionalismos.

Conclusión 

Recuerdo que desde que cayó la URSS y todo el bloque socialista, el discurso del neoliberalismo era que ya no habría más conflictos entre países. Que lo único que podía desequilibrar el panorama internacional eran los terrorismos o el choque entre religiones. La política no existiría del mismo modo que hasta entonces, solo existiría la economía de las multinacionales y de las transnacionales, lo cual se tomaba como algo positivo, armonioso y estabilizador. No habría fronteras prácticamente, mandarían las leyes del mercado transnacional, como elementos de poder en general. Se habló de la crisis del Estado-nación incluso. Pues bien yo era uno de esos historiadores que defendía la tesis de que el Estado-Nación, integrado en algunos casos en macro-unidades supranacionales, seguía existiendo tal cual representantes y defensores de las respectivas multinacionales y capitales en general. El ejemplo de Ucrania es uno más de que así es, el otro gran ejemplo es el rescate público del Estado - Nación a los bancos. Las teorías neoliberales se olvidaron de que el capitalismo continúa con sus contradicciones poniendo frente a frente a los propios intereses capitalistas. 

La crisis de Crimea que estamos viviendo es la máxima tensión que recuerdo desde la caída del socialismo. Esta tensión la preveía un profesor mío y otros tantos historiadores  en las universidades hace ya más de 10 años. La Historia no sólo es retrospectiva, sino que en algunos casos puede ser prospectiva.
 




[1] Le redier, J.: Mittleruropa. Posición histórica de Alemania en la Europa central. Barcelona, 2000. Ed. Idea Books.

[2] Ibídem.






1 comentario:

  1. Excelente artículo, enhorabuena, Paco. Gracias por mantenernos tan bien informados y por acercarnos más a la realidad. Un abrazo.

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