La enseñanza, el logos, la dialéctica y la ciudadanía. Un serio problema
Los
filósofos de la Grecia clásica inauguraron conceptos como logos
(conocimiento, razonamiento, inteligencia, conciencia) y dialéctica,
entendida esta como la superación del conocimiento a través del diálogo y la
confrontación entre partes (más tarde sería adaptada por Hegel y Marx a la
filosofía del siglo XIX), incluso podemos concederles el término ciudadanía,
que más tarde se moderniza con la dialéctica, la lucha de clases y el logos
ilustrado de la revoluciones liberales del siglo XIX, destacando la francesa. Pero
será en el siglo XX cuando el concepto de ciudadanía se extienda a la mayor
parte de las sociedades humanas.
Heráclito |
Pero
estos tres conceptos están en peligro porque la base de la sociedad, la enseñanza,
los está denostando, debido a un cambio de paradigma. Porque este no es un
artículo sobre filosofía, sino sobre la enseñanza del siglo XXI, al menos en
España.
Quiero
lanzar una reflexión acerca de esta cuestión, que no es baladí, y que creo se
está extendiendo. El proceso a que me refiero lleva en marcha desde hace unas
décadas, puesto que se puede decir que se origina como consecuencia de los
cambios en el modelo productivo de la sociedad a principios de los 80 del siglo
pasado, pero no vamos a entrar en este asunto tan complejo. No obstante, es en el
siglo XXI y en la última década cuando se ha agudizado la tendencia a la que me
refiero.
Sintiendo
ser categórico: “no existe compromiso educativo con la sociedad, con el
futuro de esta, ni con los jóvenes por parte de una gran cantidad de docentes,
administraciones y direcciones de centros educativos, ni de la UE”.
El
compromiso de la administración, de la UE y de los centros educativos no es el
de enseñar sino el de aprobar convirtiendo en técnicos a los profesores y
maestros, para que aprueben a la inmensa mayoría del alumnado, dando igual sus
aprendizajes y habilidades desarrolladas. Los docentes lejos de poner en
cuestión esta situación obedecen. La enseñanza que recibe el alumnado es
acrítica, nada reflexiva, ni contiene ética, logos, ni un concepto de
desarrollo de la ciudadanía en plenitud.
Nos
centraremos, en este caso, en el docente, a un tiempo inocente, trabajador, infantilizado,
desorientado, cómplice (consciente o no) y colaborador de la administración. Es
el que tiene menos culpa, pero el que tiene una mayor responsabilidad ética y cívica
con el alumnado. Lo que lo hace vulnerable ante la administración, al tiempo que
responsable con el futuro de la sociedad y de sus alumnos. No obstante, haremos
alusiones a las administraciones y a los centros educativos.
La escuela de Atenas. Rafael |
Existe
un perfil de docente que empieza a tener una serie de caracteres cada vez más
comunes, estos elementos lo convierten en un técnico de la enseñanza,
dejando al margen su faceta de profesor de una materia e incluso de maestro. A
estos técnicos, además, se le requiere que sean polivalentes. Digo más, se exige
que sean técnicos administrativos, técnicos de los aprobados y criterios de
evaluación, técnicos de la psicología, la pedagogía y el coaching, técnicos
en novísimas tecnologías y aplicaciones que cambian cada año, técnicos en el
uso de la plataforma Séneca, que da fallos habituales y adolece de múltiples
carencias, errores y defectos, técnicos de la ludificación, del estímulo y de la
motivación. En definitiva, trabajadores cualificados de un sistema que enfoca
la enseñanza a materias, disciplinas y saberes cada vez más técnicos y menos
reflexivos, críticos y filosóficos.
Veamos
las dedicaciones actuales del profesor, profesora, maestro y maestra:
Técnicos
en digitalización, aplicaciones y novísimas tecnologías.
Muchos docentes ya confunden la introducción de la digitalización en partes del
proceso educativo con el modelo ideal de enseñanza. No conciben esta tecnología
como complementaria y como un recurso o herramienta más, sino casi la entienden
como sustituta del resto de herramientas y recursos. La situación llega en
algunos casos al punto de permitir el uso del móvil en clase; no en ocasiones
aisladas, sino como algo habitual, sobre todo llegada la hora de realizar en
clase prácticas, actividades o investigaciones.
La
mayor decepción viene cuando en direcciones de centros educativos y reuniones
de ETCP (Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica) se claudica, permitiendo el
uso del móvil. Doy fe.
Todo
esto está dando lugar a que seamos cómplices e incluso que se fomente en el
alumnado la falta de concentración, de reflexión, de memoria, la pérdida
progresiva y peligrosísima de paciencia. En la sociedad del sobre - estímulo
digital, de lo instantáneo y efímero, de la intolerancia a la frustración, del
placer cortoplacista, de la respuesta rápida, de la volatilidad del momento, muchos
docentes colaboran ya con esas patologías sociales que empieza a tener el
alumnado e incluso los propios profesores (sobre todo jóvenes, los hijos de la
última ESO). El alumnado se aburre ya con un vídeo de 10 minutos y nosotros
colaboramos a ello fomentando lo instantáneo. Me he encontrado con aulas en las
que el profesor usaba su móvil en su mesa, mientras hacían lo propio los
alumnos con las piernas espatarradas o encima de la silla de al lado.
Esto
está provocando que el alumnado desarrolle innatamente lo que neurocientíficos
y sociólogos ya entienden como un cambio en el funcionamiento del cerebro, el
cual está preparado para asumir varias tareas lectoras a la vez, pero por
partes, a trozos y de forma simultánea. Lo que va en detrimento de la
profundización, la paciencia, la memorización, la reflexión. De tal manera, que
el alumnado sabe buscar y asumir varias lecturas, pero no es capaz de
comprender, pues le falta lectura, tiempo de reflexión, conocimientos, uso de
diccionarios. El alumnado actual es incapaz de terminar una página de un libro,
sin decirte que la respuesta no viene en esa página. Sí viene, pero no son
capaces de concentrarse para encontrarla, ni tienen paciencia para ello o no la
comprenden, ni saben buscar en el diccionario en casa si no entienden algún
concepto.
El
uso de la tecnología es una herramienta de mejora de la educación, no una
sustituta. ¿Es consciente parte del profesorado de lo grave del asunto?
Técnicos
en burocracia. Desde hace ya más de una década se viene
exigiendo al profesorado una serie de trámites de carácter administrativo y
burocrático absurdos y estúpidos. La justificación de las direcciones de los
centros es que lo solicita la inspección, la justificación de la inspección es
que lo solicita la administración y la fundamentación de esta que lo dice la
ley o que es necesario para mejorar la supervisión del alumnado y mantener
informadas a las familias o utilizar esos datos para informes como PISA, o que
lo recomienda o dictamina la UE.
La
realidad es que el profesorado no sabe en qué medida es cierto que lo solicita
la inspección o que esta hace su trabajo por exigencias de la administración.
Pero lo que importa es la idea, un mantra o paradigma que han creado y que el
profesorado asume sin cuestionarlo, obedeciendo sin más. En realidad, no es más
que una fiscalización del trabajo del profesorado, que sería correcta si el
objetivo fuera una preocupación por la calidad de la enseñanza, pero no es así;
el objetivo es cansarnos hasta que aprobemos y así no tengamos que cumplimentar
informes de alumnos suspensos. El profesor claudica, aprueba, pasa la mano y
sube notas. He llegado a escuchar no pocas veces: “total, así me quito
trabajo”, “así no reclama a inspección y me quito tener que venir en
julio”, son sólo algunos ejemplos.
Cumplimentación
de informes, de encuestas, revisión pormenorizada de ausencias y de absentismo,
firma de compromisos educativos y de asistencia, realización o modificación,
casi todos los años, de programaciones de departamento, elaboración de
cuadernillo del profesor, a través de criterios de evaluación, gestión de la
convivencia, atención a la diversidad con adaptaciones en Séneca, actualización
de datos personales de las familias en Séneca, colgar tareas en classroom, tutorías
y, en fin, un largo etcétera.
La
situación llega a lo dantesco cuando el profesorado ni siquiera conoce sus
derechos ni la legislación laboral que lo ampara o la que marca sus obligaciones;
acaba perdido, desorientado y asumiendo todo casi sin rechistar. Estoy cansado
de escuchar a profesores que afirman con frases ya peregrinas y arquetípicas: “le
he colgado la tarea en classroom, así me curo en salud”, “le he puesto
la fecha del examen en classroom, así evito luego problemas…”. No sé a qué
problemas se refieren, puesto que no existe legislación ni normativa que
obligue a colocar las tareas en ninguna plataforma de internet. Es absurdo, el
profesor se siente culpable si no hace más trabajo del que debe, es más piensa
que ya está casi obligado a realizar trabajos que ni le competen ni suponen que
sea mejor o peor docente.
Más
allá de la cuestión, encima, se está colaborando, en este último ejemplo, a
educar al alumnado en la irresponsabilidad, el paternalismo, en el mimo. Le
estamos diciendo al alumnado que no debe hacerse responsable, ni ser autónomo,
que ya el profesor pondrá las tareas en la plataforma. Dando lugar a una
educación basada en la fragilidad, la irresponsabilidad y la dependencia. Esto
es una falta de respeto hacia el alumnado, al que se le concibe como un ser
incapaz de gestionar su agenda.
Por
otro lado, prosiguiendo, tras esta digresión, lo que ocupa en tiempo esta labor
burocrática, informativa y administrativa resta espacio para dedicarlo a la
piedra angular y centro de atención de la enseñanza: “el alumno, la materia
y su didáctica”. Es decir, quita tiempo para seguir formándonos en la materia
que hemos estudiado para ofrecer los mejores conocimientos actualizados, hacer
clases motivadoras, al tiempo que reflexivas e interesantes, en las que el
alumnado se implique y adquiera realmente los conocimientos y habilidades
necesarias. Estos son: capacidad crítica, para poner en duda los errores y
horrores de la sociedad humana, para construir un futuro mejor, adquirir
autonomía, responsabilidades, paciencia y conocer y manejar la frustración. En
definitiva, conseguir la ciudadanía en sentido pleno.
Técnicos
en pedagogía, psicología y coaching. Es
la moda, el caballo de troya de la nueva pedagogía, de muchos orientadores y de
los gurús de la enseñanza posmodernos. Ya no somos profesores, somos
animadores, psicólogos y motivadores. En realidad, los contenidos dan lo mismo,
recuerdo un orientador que me decía algo así: “tenéis que dedicaros a hacer
adaptaciones, la Historia es siempre igual, siempre se da lo mismo, no hace
falta saber más Historia” (no es cita textual). Este compañero venía a
expresar lo siguiente: ¿para qué un profesor quería leer, asistir a seminarios
o formarse en su especialidad, si la Historia era siempre lo mismo?
Espectacular, invitaba a la estulticia del profesorado.
Por
lo tanto, lo importante es distraer al alumno con anécdotas, juegos y, además,
tienes que sacar tiempo para atender al alumnado con necesidades específicas,
cuando muchos son vagos reconcentrados o tienen una situación familiar tan
complicada, que, aunque le adaptes la materia no se van a enterar de nada. Con
lo que la exigencia, no debería de ser al profesorado que tiene 25 y 30
alumnos, sino a la administración para que baje las ratios, contrate personal
profesional cualificado, monitores y educadores sociales que traten a esas
familias. Vaya por donde, los gurús de la enseñanza, pedagogos y algunos
orientadores, no exigen esto a la administración, ni la mayoría se manifiesta
cuando se organizan protestas; sino que sobrecargan de trabajo y funciones a
profesores que no tienen tiempo, espacio, ni formación para ello. Y no deben
tenerlo, porque supone un intrusismo profesional en otras profesiones, llegado
el caso, y un trabajo a medias, ya que no se da abasto.
Hay
clases que se convierten, no todas, pero cada vez más, en un espacio de
terapias, provocando la desatención al alumnado que quiere aprender o tiene
menos necesidades educativas; perjudicando así a este último.
Esto
provoca que se baje el nivel de todo el grupo-clase, con lo cual irán menos
preparados, de lo que deberían a niveles superiores. Ya estamos viendo casos,
no sólo por este motivo, sino por muchos otros que veremos, en los que el
alumnado está llegando a bachillerato y a la universidad con un nivel
paupérrimo. Esto da lugar a que las carreras universitarias progresivamente
bajen el nivel de exigencia respecto a antaño y el título universitario no
tenga tanto caché o valor como antes. ¿Qué supone esto? Que luego se exijan
másteres para completar dicha formación, másteres a los que tendrán acceso las
clases sociales más pudientes, o al menos acceso a los más caros, válidos o a
tener más cantidad de estos. ¿Y qué supone esta situación? Que el alumnado vea
la carrera como un trámite que no le asegurará un trabajo cualificado, sino que
encima luego tendrá que sacarse otro idioma para tenerla o hacer no sé cuántos
másteres que costarán una pasta, para acceder a un trabajo medio digno.
Porque,
aunque digan orientadores y pedagogos que adaptarse a la diversidad no es bajar
nivel de enseñanza o contenidos sino presentarlos de otra manera, eso no es
cierto. Lo cierto es que al presentarle al alumnado de otra manera el
contenido, se le están exigiendo menos habilidades comprensivas. No aprenderán
a redactar igual, a reflexionar o pensar igual, y se le quitarán los contenidos
y aprendizajes más profundos.
El
problema es que, habiendo ciertamente alumnos que necesitan una adaptación, la
tendencia es a ampliar la adaptación al alumnado que no tiene necesidades
específicas, sino un clima familiar no adecuado o, que simplemente es un vago. De
este modo estamos faltando al respeto al alumnado, minusvalorando su capacidad
y premiando su situación sea de vagancia o desestructuración familiar. No
importa, te premiamos, y como premio te haremos una adaptación. Es decir, lo
estamos condenando a que tenga un nivel pésimo durante toda su vida y le
estamos negando las herramientas que lo igualarán en conocimientos, aptitudes y
habilidades al alumnado que no tiene ningún problema familiar, que posee un
buen ambiente sociocultural en casa o que es buen estudiante.
Así
el profesorado está colaborando con las desigualdades sociales y culturales;
algo que supuestamente la educación pública debería erradicar. De este modo,
nos encontramos Homo Sapiens sin ningún tipo de patología haciendo fichitas en
4º de la ESO (lo he visto). En las últimas reformas normativas se exige al
profesorado que haga adaptaciones a alumnado repetidor o con materias
pendientes, los cuales no tiene ninguna patología que indique necesidad
educativa. Espectacular, se les premia la carencia, la vagancia, y encima se le
minusvalora en sus capacidades físicas y psíquicas innatas. De este modo muchos
te preguntan ¿por qué mi examen es más fácil?, sintiéndose los raros o
los torpes. Y por más que indiquen que es una adaptación a cada necesidad, no
es real, en muchos casos es tratar a un alumnado capaz como si tuviera deficiencias,
condenándolo a asumir que no es igual a los demás.
Por
otro lado, se fomenta cualquier habilidad que no sea ser pacientes, aprender a
frustrase, pensarse, reflexionarse. Es mejor que no se aburran, porque leer es
muy aburrido y frustrarte ya es horroroso. Así colaboramos a crear personas
débiles emocionalmente, intolerantes si no tienen lo que desean, incapaces de
gestionar situaciones complejas o dolorosas, etcétera. Esto deriva en que
cuando llega un profesor que exige lo normal le hablan mal, le dicen que no
sabe corregir, le merman psicológicamente, porque claro, el año anterior el
profesor cool y colega les decía las preguntas del examen (doy fe).
Técnicos
en aprobar y pasar la mano. Aunque ya he tratado el
tema en el apartado anterior, he de añadir que mucho cuidado si suspende más
del 40% del grupo en las evaluaciones informativas (primera y segunda);
entonces es que el trabajador está haciendo mal su trabajo, algunas direcciones
te darán un toque de atención bajo la máxima: “ten cuidado de que si al
inspector a final de curso le da por intervenir…” Ya te están condicionando
de entrada. Indirectamente te están diciendo haz el pino-puente si es
necesario, baja el nivel, haz no se cuantas adaptaciones, que viene a ser lo
mismo que regalar aprobados. Mi experiencia me dice que, si no bajas el nivel,
el alumnado acabará adaptándose a ti y aprobarán muchos más a final de curso
que los que aprobaban en la primera evaluación.
La libertad guiando a pueblo. Delacroix
¿Realmente
a los centros e inspectores le interesa entonces que el alumnado aprenda y
adquiera habilidades exigentes, que le capaciten para madurar y hacerse
responsable, además de adquirir contenidos de la materia, o están dando lugar a
que el alumnado asuma que no da más de sí y que la cultura no sirve para nada,
ni la meritocracia, que lo mejor es la “cultura del pelotazo” y buscarse un
oficio cualquiera?
La
ecuación debe ser aprendo y, como consecuencia y en reflejo de lo aprendido,
obtengo un número que resume ese aprendizaje. Pero el alumnado no lo entiende
así, porque los centros, profesores y administración no lo promueven. Lo que
marca el sentido común y la razón sería: aprendo, adquiero conciencia del
mérito, y luego como consecuencia el resultado es un número positivo o un
aprobado. Pero no, para PISA, la OCDE y las administraciones cuenta no la
persona y su formación, sino el número.
El
alumnado ya puede titular con suspensos, abandonando asignaturas. En las
evaluaciones incluso se regalan aprobados por parte de muchos profesores,
destrozando el trabajo docente de todo un año en un segundo. Incurriendo además
en agravios comparativos respecto a otros alumnos. Engañando al alumnado, que
se piensa ha adquirido los conocimientos y capacidades. Alumnos que llegan a
bachillerato sin comprender frases simples o conceptos básicos. Y así, muchos,
llegarán a la universidad.
No
se pensó en el futuro de ese alumno o de la sociedad, de los futuros médicos,
abogados, jueces, profesores, trabajadores cualificados o no, cuando se
regalaba el aprobado. No se plantearon no engañarlo y respetar su capacidad y
su ignorancia para exigirle ser mejor ciudadano en general, ayudándole a
adquirir todas las capacidades posibles a las que podía llegar. Dándoles la
oportunidad estupenda de repetir curso, madurar y adquirir lo que no pudieron
el curso anterior. Repetir curso no es malo, es fantástico, maduras, adquieres
más conocimientos, haces nuevas amistades (repetí segundo de BUP, probablemente
gracias a eso hoy soy profesor).
A
todos nos gusta aprobar, conste, y es normal ayudar llegado el caso. Pero es
alarmante la proliferación y bajada generalizada de los niveles mediante
aprobados espectaculares, en los que se pasa de un 3 a un 5. Lo peor es que,
cuando llegas a la sesión de evaluación, tus propios compañeros ya han
presionado al único que se mantiene firme en el suspenso porque han plantado
cincos a alumnos medio absentistas o que no saben comprender lo que leen, ni
saben escribir con sentido y coherencia un párrafo (lo he vivido). Y ahí te ves
tú, que vas a ser el malo de la película y vas a “destrozar el futuro del
chiquillo”, porque repetir es malísimo y muy frustrante…
Y,
sobre todo, técnicos en obedecer. Llegamos al final y a lo
más importante. Seamos obedientes, no pongamos en duda a los gurús de la
enseñanza, no usemos los claustros para discernir o practicar la dialéctica
sobre cuestiones éticas o que realmente importan para la enseñanza. El claustro
debe ser una exposición o ponencia de los equipos directivos y el resto que
escuche y si alguno habla es que está ya retrasando la vuelta a casa. Pon en
duda al inspector, pero hazlo con un café en el desayuno a lo mucho, no se te
ocurra la desobediencia civil o esperar a que venga el inspector o inspectora para
plantearle tu criterio, porque vas a perder la partida. Esto es lo que se
inculca desde direcciones, ETCP y desde claustros.
Se
celebrarán muchos días con efeméride: el día de la paz, de los derechos
humanos, de los discapacitados, el 8-M, el de la Constitución Española, etc.
Pero cuidado, explicar que en España hubo 297 campos de concentración durante
el franquismo puede ser peliagudo. No existe el día contra el fascismo o contra
el franquismo, no existe el día por los derechos de los trabajadores. Curioso y
paradójico. No existe el Día de la Memoria Histórica, porque es mejor aprender
inglés o matemáticas que tener memoria o practicar la filosofía (sin ánimo de
ofender a los profesores de dichas materias).
Por
último, añadamos a todo lo expuesto, esas nueva neura de que los profesores no
están bien preparados; después de una licenciatura, además de otros títulos, de
una capacitación pedagógica y de unas oposiciones con pruebas teóricas y
prácticas de cuatro horas y media redactando, además de una prueba de una hora
delante de un tribunal exponiendo una didáctica y una programación. Por lo
visto, no estamos preparados y hay que cambiar el modelo de acceso. ¡No!, ellos
tienen que cambiar su ideología neoliberal, su filosofía de la posmodernidad y
su mentalidad técnica y frívola y dotar de recursos a los centros y
profesionales, no intentar que el profesorado sea el “hombre orquesta” para
ahorrarse dinero público en contratar a personal diverso. Después de toda una
vida estudiando con ilusión, para ofrecer al alumnado lo mejor, mejorar la
sociedad y adaptándonos constantemente a cada familia y a la sociedad del
momento somos “los incapacitados del sistema” porque hemos pasado una oposición
que no es la adecuada.
Concluyendo, lamento profundamente esta reflexión, porque se que puede dañar en su orgullo a mucho docente y dirección de centros que puede pensar que está realizando un buen trabajo. Pero la hago desde el amor, el cariño y el sentir revolucionario que tengo hacia la enseñanza pública y mis alumnos. La enseñanza pública debe ser la que iguale y la que saque lo mejor de cada alumno; sobre todo, si estos vienen de clases sociales humildes. La educación pública tiene que ser la que empiece a construir ciudadanos revolucionarios que cambien la ciencia, la sociedad, el futuro, hacia algo mejor desde el punto de vista humano, medioambiental y animalista.
Sin logos, dialéctica y ciudadanía, en sentido pleno, estamos perdidos.
Autor/a: Violeta del Teide. Profesor/a de Geografía e Historia en ESO y Bachillerato.