viernes, 31 de diciembre de 2021

La enseñanza, el logos, la dialéctica y la ciudadanía. Un serio problema

 

La enseñanza, el logos, la dialéctica y la ciudadanía. Un serio problema

 

Los filósofos de la Grecia clásica inauguraron conceptos como logos (conocimiento, razonamiento, inteligencia, conciencia) y dialéctica, entendida esta como la superación del conocimiento a través del diálogo y la confrontación entre partes (más tarde sería adaptada por Hegel y Marx a la filosofía del siglo XIX), incluso podemos concederles el término ciudadanía, que más tarde se moderniza con la dialéctica, la lucha de clases y el logos ilustrado de la revoluciones liberales del siglo XIX, destacando la francesa. Pero será en el siglo XX cuando el concepto de ciudadanía se extienda a la mayor parte de las sociedades humanas.

Heráclito

Pero estos tres conceptos están en peligro porque la base de la sociedad, la enseñanza, los está denostando, debido a un cambio de paradigma. Porque este no es un artículo sobre filosofía, sino sobre la enseñanza del siglo XXI, al menos en España.

Quiero lanzar una reflexión acerca de esta cuestión, que no es baladí, y que creo se está extendiendo. El proceso a que me refiero lleva en marcha desde hace unas décadas, puesto que se puede decir que se origina como consecuencia de los cambios en el modelo productivo de la sociedad a principios de los 80 del siglo pasado, pero no vamos a entrar en este asunto tan complejo. No obstante, es en el siglo XXI y en la última década cuando se ha agudizado la tendencia a la que me refiero.

Sintiendo ser categórico: “no existe compromiso educativo con la sociedad, con el futuro de esta, ni con los jóvenes por parte de una gran cantidad de docentes, administraciones y direcciones de centros educativos, ni de la UE”.

El compromiso de la administración, de la UE y de los centros educativos no es el de enseñar sino el de aprobar convirtiendo en técnicos a los profesores y maestros, para que aprueben a la inmensa mayoría del alumnado, dando igual sus aprendizajes y habilidades desarrolladas. Los docentes lejos de poner en cuestión esta situación obedecen. La enseñanza que recibe el alumnado es acrítica, nada reflexiva, ni contiene ética, logos, ni un concepto de desarrollo de la ciudadanía en plenitud.

Nos centraremos, en este caso, en el docente, a un tiempo inocente, trabajador, infantilizado, desorientado, cómplice (consciente o no) y colaborador de la administración. Es el que tiene menos culpa, pero el que tiene una mayor responsabilidad ética y cívica con el alumnado. Lo que lo hace vulnerable ante la administración, al tiempo que responsable con el futuro de la sociedad y de sus alumnos. No obstante, haremos alusiones a las administraciones y a los centros educativos.

La escuela de Atenas. Rafael

Existe un perfil de docente que empieza a tener una serie de caracteres cada vez más comunes, estos elementos lo convierten en un técnico de la enseñanza, dejando al margen su faceta de profesor de una materia e incluso de maestro. A estos técnicos, además, se le requiere que sean polivalentes. Digo más, se exige que sean técnicos administrativos, técnicos de los aprobados y criterios de evaluación, técnicos de la psicología, la pedagogía y el coaching, técnicos en novísimas tecnologías y aplicaciones que cambian cada año, técnicos en el uso de la plataforma Séneca, que da fallos habituales y adolece de múltiples carencias, errores y defectos, técnicos de la ludificación, del estímulo y de la motivación. En definitiva, trabajadores cualificados de un sistema que enfoca la enseñanza a materias, disciplinas y saberes cada vez más técnicos y menos reflexivos, críticos y filosóficos.

Veamos las dedicaciones actuales del profesor, profesora, maestro y maestra:

Técnicos en digitalización, aplicaciones y novísimas tecnologías. Muchos docentes ya confunden la introducción de la digitalización en partes del proceso educativo con el modelo ideal de enseñanza. No conciben esta tecnología como complementaria y como un recurso o herramienta más, sino casi la entienden como sustituta del resto de herramientas y recursos. La situación llega en algunos casos al punto de permitir el uso del móvil en clase; no en ocasiones aisladas, sino como algo habitual, sobre todo llegada la hora de realizar en clase prácticas, actividades o investigaciones.

La mayor decepción viene cuando en direcciones de centros educativos y reuniones de ETCP (Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica) se claudica, permitiendo el uso del móvil. Doy fe.

Todo esto está dando lugar a que seamos cómplices e incluso que se fomente en el alumnado la falta de concentración, de reflexión, de memoria, la pérdida progresiva y peligrosísima de paciencia. En la sociedad del sobre - estímulo digital, de lo instantáneo y efímero, de la intolerancia a la frustración, del placer cortoplacista, de la respuesta rápida, de la volatilidad del momento, muchos docentes colaboran ya con esas patologías sociales que empieza a tener el alumnado e incluso los propios profesores (sobre todo jóvenes, los hijos de la última ESO). El alumnado se aburre ya con un vídeo de 10 minutos y nosotros colaboramos a ello fomentando lo instantáneo. Me he encontrado con aulas en las que el profesor usaba su móvil en su mesa, mientras hacían lo propio los alumnos con las piernas espatarradas o encima de la silla de al lado.

Esto está provocando que el alumnado desarrolle innatamente lo que neurocientíficos y sociólogos ya entienden como un cambio en el funcionamiento del cerebro, el cual está preparado para asumir varias tareas lectoras a la vez, pero por partes, a trozos y de forma simultánea. Lo que va en detrimento de la profundización, la paciencia, la memorización, la reflexión. De tal manera, que el alumnado sabe buscar y asumir varias lecturas, pero no es capaz de comprender, pues le falta lectura, tiempo de reflexión, conocimientos, uso de diccionarios. El alumnado actual es incapaz de terminar una página de un libro, sin decirte que la respuesta no viene en esa página. Sí viene, pero no son capaces de concentrarse para encontrarla, ni tienen paciencia para ello o no la comprenden, ni saben buscar en el diccionario en casa si no entienden algún concepto.

El uso de la tecnología es una herramienta de mejora de la educación, no una sustituta. ¿Es consciente parte del profesorado de lo grave del asunto?

Técnicos en burocracia. Desde hace ya más de una década se viene exigiendo al profesorado una serie de trámites de carácter administrativo y burocrático absurdos y estúpidos. La justificación de las direcciones de los centros es que lo solicita la inspección, la justificación de la inspección es que lo solicita la administración y la fundamentación de esta que lo dice la ley o que es necesario para mejorar la supervisión del alumnado y mantener informadas a las familias o utilizar esos datos para informes como PISA, o que lo recomienda o dictamina la UE.

La realidad es que el profesorado no sabe en qué medida es cierto que lo solicita la inspección o que esta hace su trabajo por exigencias de la administración. Pero lo que importa es la idea, un mantra o paradigma que han creado y que el profesorado asume sin cuestionarlo, obedeciendo sin más. En realidad, no es más que una fiscalización del trabajo del profesorado, que sería correcta si el objetivo fuera una preocupación por la calidad de la enseñanza, pero no es así; el objetivo es cansarnos hasta que aprobemos y así no tengamos que cumplimentar informes de alumnos suspensos. El profesor claudica, aprueba, pasa la mano y sube notas. He llegado a escuchar no pocas veces: “total, así me quito trabajo”, “así no reclama a inspección y me quito tener que venir en julio”, son sólo algunos ejemplos.

Cumplimentación de informes, de encuestas, revisión pormenorizada de ausencias y de absentismo, firma de compromisos educativos y de asistencia, realización o modificación, casi todos los años, de programaciones de departamento, elaboración de cuadernillo del profesor, a través de criterios de evaluación, gestión de la convivencia, atención a la diversidad con adaptaciones en Séneca, actualización de datos personales de las familias en Séneca, colgar tareas en classroom, tutorías y, en fin, un largo etcétera.

La situación llega a lo dantesco cuando el profesorado ni siquiera conoce sus derechos ni la legislación laboral que lo ampara o la que marca sus obligaciones; acaba perdido, desorientado y asumiendo todo casi sin rechistar. Estoy cansado de escuchar a profesores que afirman con frases ya peregrinas y arquetípicas: “le he colgado la tarea en classroom, así me curo en salud”, “le he puesto la fecha del examen en classroom, así evito luego problemas…”. No sé a qué problemas se refieren, puesto que no existe legislación ni normativa que obligue a colocar las tareas en ninguna plataforma de internet. Es absurdo, el profesor se siente culpable si no hace más trabajo del que debe, es más piensa que ya está casi obligado a realizar trabajos que ni le competen ni suponen que sea mejor o peor docente.

Más allá de la cuestión, encima, se está colaborando, en este último ejemplo, a educar al alumnado en la irresponsabilidad, el paternalismo, en el mimo. Le estamos diciendo al alumnado que no debe hacerse responsable, ni ser autónomo, que ya el profesor pondrá las tareas en la plataforma. Dando lugar a una educación basada en la fragilidad, la irresponsabilidad y la dependencia. Esto es una falta de respeto hacia el alumnado, al que se le concibe como un ser incapaz de gestionar su agenda.

Por otro lado, prosiguiendo, tras esta digresión, lo que ocupa en tiempo esta labor burocrática, informativa y administrativa resta espacio para dedicarlo a la piedra angular y centro de atención de la enseñanza: “el alumno, la materia y su didáctica”. Es decir, quita tiempo para seguir formándonos en la materia que hemos estudiado para ofrecer los mejores conocimientos actualizados, hacer clases motivadoras, al tiempo que reflexivas e interesantes, en las que el alumnado se implique y adquiera realmente los conocimientos y habilidades necesarias. Estos son: capacidad crítica, para poner en duda los errores y horrores de la sociedad humana, para construir un futuro mejor, adquirir autonomía, responsabilidades, paciencia y conocer y manejar la frustración. En definitiva, conseguir la ciudadanía en sentido pleno.

Técnicos en pedagogía, psicología y coaching. Es la moda, el caballo de troya de la nueva pedagogía, de muchos orientadores y de los gurús de la enseñanza posmodernos. Ya no somos profesores, somos animadores, psicólogos y motivadores. En realidad, los contenidos dan lo mismo, recuerdo un orientador que me decía algo así: “tenéis que dedicaros a hacer adaptaciones, la Historia es siempre igual, siempre se da lo mismo, no hace falta saber más Historia” (no es cita textual). Este compañero venía a expresar lo siguiente: ¿para qué un profesor quería leer, asistir a seminarios o formarse en su especialidad, si la Historia era siempre lo mismo? Espectacular, invitaba a la estulticia del profesorado.

Por lo tanto, lo importante es distraer al alumno con anécdotas, juegos y, además, tienes que sacar tiempo para atender al alumnado con necesidades específicas, cuando muchos son vagos reconcentrados o tienen una situación familiar tan complicada, que, aunque le adaptes la materia no se van a enterar de nada. Con lo que la exigencia, no debería de ser al profesorado que tiene 25 y 30 alumnos, sino a la administración para que baje las ratios, contrate personal profesional cualificado, monitores y educadores sociales que traten a esas familias. Vaya por donde, los gurús de la enseñanza, pedagogos y algunos orientadores, no exigen esto a la administración, ni la mayoría se manifiesta cuando se organizan protestas; sino que sobrecargan de trabajo y funciones a profesores que no tienen tiempo, espacio, ni formación para ello. Y no deben tenerlo, porque supone un intrusismo profesional en otras profesiones, llegado el caso, y un trabajo a medias, ya que no se da abasto.

Hay clases que se convierten, no todas, pero cada vez más, en un espacio de terapias, provocando la desatención al alumnado que quiere aprender o tiene menos necesidades educativas; perjudicando así a este último.

Esto provoca que se baje el nivel de todo el grupo-clase, con lo cual irán menos preparados, de lo que deberían a niveles superiores. Ya estamos viendo casos, no sólo por este motivo, sino por muchos otros que veremos, en los que el alumnado está llegando a bachillerato y a la universidad con un nivel paupérrimo. Esto da lugar a que las carreras universitarias progresivamente bajen el nivel de exigencia respecto a antaño y el título universitario no tenga tanto caché o valor como antes. ¿Qué supone esto? Que luego se exijan másteres para completar dicha formación, másteres a los que tendrán acceso las clases sociales más pudientes, o al menos acceso a los más caros, válidos o a tener más cantidad de estos. ¿Y qué supone esta situación? Que el alumnado vea la carrera como un trámite que no le asegurará un trabajo cualificado, sino que encima luego tendrá que sacarse otro idioma para tenerla o hacer no sé cuántos másteres que costarán una pasta, para acceder a un trabajo medio digno.

Porque, aunque digan orientadores y pedagogos que adaptarse a la diversidad no es bajar nivel de enseñanza o contenidos sino presentarlos de otra manera, eso no es cierto. Lo cierto es que al presentarle al alumnado de otra manera el contenido, se le están exigiendo menos habilidades comprensivas. No aprenderán a redactar igual, a reflexionar o pensar igual, y se le quitarán los contenidos y aprendizajes más profundos.

El problema es que, habiendo ciertamente alumnos que necesitan una adaptación, la tendencia es a ampliar la adaptación al alumnado que no tiene necesidades específicas, sino un clima familiar no adecuado o, que simplemente es un vago. De este modo estamos faltando al respeto al alumnado, minusvalorando su capacidad y premiando su situación sea de vagancia o desestructuración familiar. No importa, te premiamos, y como premio te haremos una adaptación. Es decir, lo estamos condenando a que tenga un nivel pésimo durante toda su vida y le estamos negando las herramientas que lo igualarán en conocimientos, aptitudes y habilidades al alumnado que no tiene ningún problema familiar, que posee un buen ambiente sociocultural en casa o que es buen estudiante.

Así el profesorado está colaborando con las desigualdades sociales y culturales; algo que supuestamente la educación pública debería erradicar. De este modo, nos encontramos Homo Sapiens sin ningún tipo de patología haciendo fichitas en 4º de la ESO (lo he visto). En las últimas reformas normativas se exige al profesorado que haga adaptaciones a alumnado repetidor o con materias pendientes, los cuales no tiene ninguna patología que indique necesidad educativa. Espectacular, se les premia la carencia, la vagancia, y encima se le minusvalora en sus capacidades físicas y psíquicas innatas. De este modo muchos te preguntan ¿por qué mi examen es más fácil?, sintiéndose los raros o los torpes. Y por más que indiquen que es una adaptación a cada necesidad, no es real, en muchos casos es tratar a un alumnado capaz como si tuviera deficiencias, condenándolo a asumir que no es igual a los demás.

Por otro lado, se fomenta cualquier habilidad que no sea ser pacientes, aprender a frustrase, pensarse, reflexionarse. Es mejor que no se aburran, porque leer es muy aburrido y frustrarte ya es horroroso. Así colaboramos a crear personas débiles emocionalmente, intolerantes si no tienen lo que desean, incapaces de gestionar situaciones complejas o dolorosas, etcétera. Esto deriva en que cuando llega un profesor que exige lo normal le hablan mal, le dicen que no sabe corregir, le merman psicológicamente, porque claro, el año anterior el profesor cool y colega les decía las preguntas del examen (doy fe).

Técnicos en aprobar y pasar la mano. Aunque ya he tratado el tema en el apartado anterior, he de añadir que mucho cuidado si suspende más del 40% del grupo en las evaluaciones informativas (primera y segunda); entonces es que el trabajador está haciendo mal su trabajo, algunas direcciones te darán un toque de atención bajo la máxima: “ten cuidado de que si al inspector a final de curso le da por intervenir…” Ya te están condicionando de entrada. Indirectamente te están diciendo haz el pino-puente si es necesario, baja el nivel, haz no se cuantas adaptaciones, que viene a ser lo mismo que regalar aprobados. Mi experiencia me dice que, si no bajas el nivel, el alumnado acabará adaptándose a ti y aprobarán muchos más a final de curso que los que aprobaban en la primera evaluación.

La libertad guiando a pueblo. Delacroix

¿Realmente a los centros e inspectores le interesa entonces que el alumnado aprenda y adquiera habilidades exigentes, que le capaciten para madurar y hacerse responsable, además de adquirir contenidos de la materia, o están dando lugar a que el alumnado asuma que no da más de sí y que la cultura no sirve para nada, ni la meritocracia, que lo mejor es la “cultura del pelotazo” y buscarse un oficio cualquiera?

La ecuación debe ser aprendo y, como consecuencia y en reflejo de lo aprendido, obtengo un número que resume ese aprendizaje. Pero el alumnado no lo entiende así, porque los centros, profesores y administración no lo promueven. Lo que marca el sentido común y la razón sería: aprendo, adquiero conciencia del mérito, y luego como consecuencia el resultado es un número positivo o un aprobado. Pero no, para PISA, la OCDE y las administraciones cuenta no la persona y su formación, sino el número.

El alumnado ya puede titular con suspensos, abandonando asignaturas. En las evaluaciones incluso se regalan aprobados por parte de muchos profesores, destrozando el trabajo docente de todo un año en un segundo. Incurriendo además en agravios comparativos respecto a otros alumnos. Engañando al alumnado, que se piensa ha adquirido los conocimientos y capacidades. Alumnos que llegan a bachillerato sin comprender frases simples o conceptos básicos. Y así, muchos, llegarán a la universidad.

No se pensó en el futuro de ese alumno o de la sociedad, de los futuros médicos, abogados, jueces, profesores, trabajadores cualificados o no, cuando se regalaba el aprobado. No se plantearon no engañarlo y respetar su capacidad y su ignorancia para exigirle ser mejor ciudadano en general, ayudándole a adquirir todas las capacidades posibles a las que podía llegar. Dándoles la oportunidad estupenda de repetir curso, madurar y adquirir lo que no pudieron el curso anterior. Repetir curso no es malo, es fantástico, maduras, adquieres más conocimientos, haces nuevas amistades (repetí segundo de BUP, probablemente gracias a eso hoy soy profesor).

A todos nos gusta aprobar, conste, y es normal ayudar llegado el caso. Pero es alarmante la proliferación y bajada generalizada de los niveles mediante aprobados espectaculares, en los que se pasa de un 3 a un 5. Lo peor es que, cuando llegas a la sesión de evaluación, tus propios compañeros ya han presionado al único que se mantiene firme en el suspenso porque han plantado cincos a alumnos medio absentistas o que no saben comprender lo que leen, ni saben escribir con sentido y coherencia un párrafo (lo he vivido). Y ahí te ves tú, que vas a ser el malo de la película y vas a “destrozar el futuro del chiquillo”, porque repetir es malísimo y muy frustrante…

Y, sobre todo, técnicos en obedecer. Llegamos al final y a lo más importante. Seamos obedientes, no pongamos en duda a los gurús de la enseñanza, no usemos los claustros para discernir o practicar la dialéctica sobre cuestiones éticas o que realmente importan para la enseñanza. El claustro debe ser una exposición o ponencia de los equipos directivos y el resto que escuche y si alguno habla es que está ya retrasando la vuelta a casa. Pon en duda al inspector, pero hazlo con un café en el desayuno a lo mucho, no se te ocurra la desobediencia civil o esperar a que venga el inspector o inspectora para plantearle tu criterio, porque vas a perder la partida. Esto es lo que se inculca desde direcciones, ETCP y desde claustros.

Se celebrarán muchos días con efeméride: el día de la paz, de los derechos humanos, de los discapacitados, el 8-M, el de la Constitución Española, etc. Pero cuidado, explicar que en España hubo 297 campos de concentración durante el franquismo puede ser peliagudo. No existe el día contra el fascismo o contra el franquismo, no existe el día por los derechos de los trabajadores. Curioso y paradójico. No existe el Día de la Memoria Histórica, porque es mejor aprender inglés o matemáticas que tener memoria o practicar la filosofía (sin ánimo de ofender a los profesores de dichas materias).

Por último, añadamos a todo lo expuesto, esas nueva neura de que los profesores no están bien preparados; después de una licenciatura, además de otros títulos, de una capacitación pedagógica y de unas oposiciones con pruebas teóricas y prácticas de cuatro horas y media redactando, además de una prueba de una hora delante de un tribunal exponiendo una didáctica y una programación. Por lo visto, no estamos preparados y hay que cambiar el modelo de acceso. ¡No!, ellos tienen que cambiar su ideología neoliberal, su filosofía de la posmodernidad y su mentalidad técnica y frívola y dotar de recursos a los centros y profesionales, no intentar que el profesorado sea el “hombre orquesta” para ahorrarse dinero público en contratar a personal diverso. Después de toda una vida estudiando con ilusión, para ofrecer al alumnado lo mejor, mejorar la sociedad y adaptándonos constantemente a cada familia y a la sociedad del momento somos “los incapacitados del sistema” porque hemos pasado una oposición que no es la adecuada.

Concluyendo, lamento profundamente esta reflexión, porque se que puede dañar en su orgullo a mucho docente y dirección de centros que puede pensar que está realizando un buen trabajo. Pero la hago desde el amor, el cariño y el sentir revolucionario que tengo hacia la enseñanza pública y mis alumnos. La enseñanza pública debe ser la que iguale y la que saque lo mejor de cada alumno; sobre todo, si estos vienen de clases sociales humildes. La educación pública tiene que ser la que empiece a construir ciudadanos revolucionarios que cambien la ciencia, la sociedad, el futuro, hacia algo mejor desde el punto de vista humano, medioambiental y animalista.

Sin logos, dialéctica y ciudadanía, en sentido pleno, estamos perdidos.


Autor/a: Violeta del Teide. Profesor/a de Geografía e Historia en ESO y Bachillerato.