Vuelven
viejos fantasmas a Europa. Ucrania y la crisis de Crimea (2014).
Francisco González Oslé
Licenciado en Historia. Universidad de Cádiz.
CAP. Universidad Complutense de Madrid.
Antes de comenzar me
gustaría aclarar que esto no es ningún alegato en contra de los alemanes aunque
pudiera parecerlo, sino una breve reflexión sobre las disputas existentes en
Europa Oriental, más concretamente en Ucrania, haciendo retrospectiva
histórica. Es evidente que tanto Alemania como Rusia tienen intereses en la
zona. La susodicha reflexión no supone eximir a unos ni culpar a otros como
ciudadanos, pero si esclarecer la responsabilidad política e histórica de los
actores implicados.
El
conflicto.
A 1 de marzo de 2014 lo que
está sucediendo en Ucrania es más que un golpe de estado pro-Unión Europea, que
también lo es en la práctica, es más que un ascenso de los grupos paramilitares
neofascistas, que también lo es, es más que un malestar social por la
corrupción y la desigualdad social desde la caída del socialismo, que también
lo es. Es además una muestra más del antagonismo que se produce cada vez que
Alemania o Mitteleuropa, según se
quiera, se expande hacia el este ya sea militar, política o económicamente.
Desde 1870 cuando se forma la
«pequeña Alemania» en torno a Prusia la expansión hacia el este de Alemania ha
sido uno de los grandes quebraderos de cabeza de Europa. Primero fue apoyando a
Austria - Hungría, desencadenándose la Primera Guerra Mundial, y luego fue por
la propia expansión del III Reich alemán. Y tras un largo período de 50 años,
que permaneció dividida entre el férreo socialismo y la influencia de EEUU,
desde 1990 Alemania llevó acabó una vez más su «milagro»; un vertiginoso
crecimiento económico y un despliegue institucional convirtiendo a la UE en su
plataforma para legislar en favor de sus influencias en Europa del Este y sus
capitales. Afirma Jacques Le Rider en su
libro Mittleeuropa:
«El día después de la Primera
Guerra Mundial, pese a los tratados de Versalles y de Saint German, la
industria y los capitales alemanes no tardaron en hacer de la Europa central un
coto privado. El gran Realpolitiker de los nuevos equilibrios europeos, Gustav
Stresemann, opinaba que Alemania se equivocaría si se arriesgaba a una nueva
guerra, ya que con una buena diplomacia, sostenida por la expansión económica y
comercial, podía obtener resultados igualmente satisfactorios (…)»[1]
Evidentemente parece que estos
consejos fueron en vano a juzgar por la política del III Reich. Pero, continúa
Jacques Le Rider:
«Desde 1949, a medida que la
Ostpolitik le abría, poco a poco, mercados cada vez mayores, de nuevo fue por
el comercio y sus créditos por lo que la RFA alcanzó una posición de primer
plano al este de sus fronteras, y después de 1989-1990, muchos de los
observadores temen la reconstrucción de una hegemonía económica alemana en el centro
y este de Europa. Temores atenazados, es verdad, por el espectáculo de las muy
graves dificultades económicas y sociales de la Alemania reunificada y de los
estados liberados dl yugo soviético»[2].
La expansión de capitales
hacia los países del este fue un hecho desde la caída del socialismo y parecen
probados sus intereses en la desintegración de Yugoslavia (para ello
recomiendo el libro Ubú en Kosovo de la editorial El Viejo Topo).
Ahondando más en la cuestión,
esto es lo que afirma un ciudadano de Crimea según el periódico El
País: «Tengo origen ruso, un apellido alemán y soy ciudadano de Ucrania».
Creo que es la frase que mejor resume el choque Alemania - Rusia en la
zona y la herencia a nivel humano que ha dejado la historia contemporánea
en la zona.
Viejos fantasmas del pasado
pululan por la zona. La participación y el ascenso de grupos neofascistas
organizados bajo una disciplina y jerarquía paramilitar han sido incluso bien
vistas por parte de la población que protesta y totalmente callada por la
mayoría de los medios de los países de la UE. Estos grupos neonazis se componen
de viejos nostálgicos germanófilos y neofascistas de nuevo cuño en Ucrania e
intentan canalizar el malestar social a su favor.
Estamos ante dos cuestiones
transversales y estructurales, que perviven desde antaño y cada cierto tiempo
resurgen. Dos vectores:
- De un lado, el choque Alemania (U)-Rusia.
- De otro, una crisis social, económica y política,
acompañada de corrupción.
Ambos vectores se entrelazan,
siendo el segundo canalizado por el primero según las zonas de influencia. La
zona occidental más pro-europeísta ve la solución en la UE y el acercamiento a
Alemania y la oriental, de mayoría rusa, mira a Rusia con la nostalgia del
socialismo, a pesar de que Rusia nada tiene que ver con el socialismo; pero
equivocadamente identifican socialismo con Rusia y con la liberación durante la
II Guerra Mundial.
En cualquier caso no pretendo
extenderme más sobre el caso, sino mostrar una pequeña reflexión. Mi pretensión
es con estos breves párrafos dejar constancia de que más allá de los conflictos
étnicos, sociales, políticos, los cuales existen y se entrelazan, vuelven los
fantasmas del pasado. Muchos ingenuamente pensaban que las fronteras de los
viejos Estados-Naciones ya no existían, que ahora mandaban las transnacionales,
pero se equivocaban, las transnacionales legislan desde sus Estados y estos son
los que establecen las fronteras, al menos por ahora, al tiempo que la
incertidumbre social del ciclo actual del capitalismo ha derivado en un
resurgir de los nacionalismos más rancios, impulsivos e irracionales.
La Historia una vez más
demuestra comportamientos repetitivos, no iguales pero sí similares, y
adoptando diversas formas. Alemania, como hizo tras la Primera Guerra Mundial,
se recuperó en una década de su división en dos tipos de Estados y consiguió
erigirse en la economía de Europa utilizando a la UE para extender sus
influencias legalmente. Aquellos que pensaban que con la caída del socialismo
vendría la calma olvidaban que la dinámica del sistema capitalista volvía a sus
antiguos derroteros, los choques de intereses entre las grandes potencias y los
nacionalismos.
Conclusión
Recuerdo que desde que cayó la
URSS y todo el bloque socialista, el discurso del neoliberalismo era que ya no
habría más conflictos entre países. Que lo único que podía desequilibrar el
panorama internacional eran los terrorismos o el choque entre religiones. La
política no existiría del mismo modo que hasta entonces, solo existiría la
economía de las multinacionales y de las transnacionales, lo cual se tomaba
como algo positivo, armonioso y estabilizador. No habría fronteras
prácticamente, mandarían las leyes del mercado transnacional, como elementos de
poder en general. Se habló de la crisis del Estado-nación incluso. Pues bien yo
era uno de esos historiadores que defendía la tesis de que el Estado-Nación,
integrado en algunos casos en macro-unidades supranacionales, seguía existiendo
tal cual representantes y defensores de las respectivas multinacionales y
capitales en general. El ejemplo de Ucrania es uno más de que así es, el otro
gran ejemplo es el rescate público del Estado - Nación a los bancos. Las
teorías neoliberales se olvidaron de que el capitalismo continúa con sus
contradicciones poniendo frente a frente a los propios intereses capitalistas.
La crisis de Crimea que
estamos viviendo es la máxima tensión que recuerdo desde la caída del
socialismo. Esta tensión la preveía un profesor mío y otros tantos
historiadores en las universidades hace ya más de 10 años. La Historia no
sólo es retrospectiva, sino que en algunos casos puede ser prospectiva.
[1] Le redier, J.: Mittleruropa. Posición
histórica de Alemania en la Europa central. Barcelona, 2000. Ed. Idea
Books.
[2] Ibídem.
Excelente artículo, enhorabuena, Paco. Gracias por mantenernos tan bien informados y por acercarnos más a la realidad. Un abrazo.
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